Ts’onot (Cenote) se desenvuelve entre las voces más cercanas a estos manantiales subterráneos que son testigo de su historia y ahora de su presente. El filme es un collage de imágenes llenas de colores y texturas que permiten al espectador viajar a través de ellos.
Ciudad de México, 2 de mayo (SinEmbargo).- A través de la pantalla, el espectador es testigo de lo capturado por una cámara que muestra todo un collage de imágenes llenas de colores y texturas de los cenotes, a la par, sus oídos son envueltos con relatos que evocan al pasado y al presente para contar la historia de estos manantiales subterráneos que parecieran tener mucho por contar.
Esto es Ts’onot (Cenote), el documental producido entre Japón y México, que ya está disponible en salas de cine.
El filme, dirigido por la japonesa Kaori Oda y producido por la mexicana Marta Hernaiz, indaga en la historia que rodea a los cenotes desde la cultura maya, su relación ancestral con los humanos y como ésta se ha ido transformando y ha sido interpretad con el paso del tiempo.
«Me interesó este proyecto porque es una colaboración con la directora Kaori Oda, nos conocimos en Sarajevo y ella quería grabar bajo el agua y como yo tenía ganas de seguir trabajando con ella, le conté sobre los cenotes y lo que eran, y se impresionó con ellos, se enamoró y dijo ‘hay que hacer esta película en Mexico’, y así fue como surgió la idea base», cuenta Hernaiz en entrevista con SinEmbargo.
Kaori y Marta unieron fuerzas. Investigaron sobre el tema y después los viajes iniciaron. Hernaiz cuenta que para la directora el discurso del filme siempre fue lo primordial y deseaba centrarlo «entorno a la memoria y a la memoria colectiva» que había explorado en sus anteriores cintas.
«Del cenote ella se dio cuenta que tenemos muchas cosas en común, la mitología antigua Maya con la japonesa, este idea de que el cenote era el pasaje al inframundo, al Xibalba. En Japón curiosamente tienen lo mismo, hay una fuente de agua subterránea que los comunica al inframundo; y entonces a partir de esa idea y de jugar con la memoria y el tiempo, Kaori se formuló diferentes preguntas».
«De una manera muy colaborativa fuimos por toda la península de Yucatán, yendo de municipio en municipio, hablando con la gente, conociéndoles, y ellos nos cantaban sus historias, sus leyendas, sus tradiciones, y Kaori básicamente iba a escucharles y a descubrir Yucatán y a partir de ellos».
Ts’onot (Cenote) cuenta con varias voces dentro de su desarrollo; por un lado, en el presente, las de varios de los miembros de las comunidades que habitan alrededor de esta concentración de agua que los ha visto crecer: y las otras son unas voces en off de dos jóvenes en un relato ficticio que se imagina que ambas fueron sacrificadas como ofrenda miles de años atrás.
De esta forma el filme se convierte en un ensayo poético, que también debía apoyarse fuertemente en los visual, buscando acercar al espectador a través de sus tomas.
«Ese también fue un proceso bien lindo, Kaori suele ser su propia fotógrafa entones éramos un equipo muy reducido sin grandes luces ni cámaras invadidas ni nada de eso, ella consiguió un iPhone, el 7, que era al primero que se podía sumergir bajo el agua, y con eso fue grabando».
Sin embrago, Kaori Oda tuvo aprender a nadar y bucear para adentrase a los cenotes. Desde la superficie hasta los lados más profundos de los cenotes su cámara logró llegar para buscar esas imágenes que le dieran sentido a su filme entre tiempo y la memoria.
«Fueron tres viajes durante tres años. Fue un proceso muy pensando. Se hizo primero un scouting donde filmó, conoció y entrevistó a la gente, y después se fue a Japón con todo el material, lo veía, escuchaba, lo revisaba y editada, y ahí conseguimos fondos para poder regresar», relata Marta Hernaiz sobre el proceso.
«En cada viaje visitábamos diferentes comunidades, diferentes cenotes, íbamos como afinando el discurso de la película», agrega.
Ts’onot (Cenote) ya está disponible en las pantallas de la Cineteca Nacional y algunas salas independientes después de un recorrido a través de Península de Yucatán donde pudo ser vista por las mismas personas que la alimentaron sus experiencias e historias que compartieron en ella.
«Lo más gratificante fue poder volver porque justo hace unos días estábamos en una gira itinerante porque para nosotros era muy importante regresar al lugar donde se filmó y con la gente que participó. Que la gente de las comunidades que habitan los cenotes pudiera ver el trabajo que hicimos en conjunto. Yo tenía miedo porque aunque pudiera ser una película no tan convencional, fue sorprendente ver cómo la gente no sólo iba, sino que se quedaba y nos compartía lo que pensaba».
«Nos dijeron que gracias a la película valoran más su lugar, sus cenotes, su cultura y tradiciones porque pudieron verse reflejados en pantalla, ver un película en su lenguas maya y español y la verdad es que eso fue impresionante».